¿SABÍAS QUE…

Escrito el 08/06/2024
Sión OP


… NUESTROS PLANES HICIERON AGUAS ANTES DE EMPEZAR?

Hay un refrán por ahí que dice que “Dios da sus peores batallas a sus mejores guerreros”, y no lo niego, pero yo creo que, a Domingo, el Señor le confundió con Rambo. Cuando parecía que por fin todo iba como la seda, nos llegó un revés de los de “agárrate a la brocha, que me llevo la escalera”. Ya verás que no exagero…

El mes pasado terminamos todos felices y contentos, elaborando lo que sería el borrador de las Constituciones. Si visualizaste la situación, habrás imaginado (y si no la visualizaste, aquí te lo comento yo) que el proceso legislativo fue muy participativo, consensuado, dialogado, fraternal, sinodal… y lento. Muy lento. Pero muy mucho. Cosas que pasan cuando uno se propone escuchar a todos. Demos gracias a Dios de que por aquel entonces la comunidad no contaba ni con 20 barbas, que, si no, lo mismo todavía seguían debatiendo. 

-El bien elegido por todos, se ejecuta rápidamente -había dicho nuestro amigo, cuando alguien empezó a inquietarse viendo pasar las jornadas de trabajo sin grandes conclusiones.

Domingo sabía que aquello era una inversión de futuro. Tardamos siglo y medio en llegar a un consenso, pero, en cuanto se tomaron las decisiones pertinentes, ponerlas en práctica, ¡¡¡fue coser y cantar!!! Todos los miembros se volcaron en vivir aquello a lo que se habían comprometido, con responsabilidad y alegría. El proceso había llevado su tiempo, ¡pero había merecido la pena! Todos sentían que ese proyecto era algo “suyo”. 

Al poco tiempo, viendo lo bien que marchaban las cosas, Domingo comenzó a organizar un nuevo viaje a Roma. Ya tenía un proyecto serio que presentarle a Inocencio III para recibir su aprobación. Había seguido sus directrices, habían elegido una regla antigua para esquivar el canon XIII, pero su única garantía era la promesa del Papa, una promesa fruto de un sueño. Por alguna extraña razón, Domingo tenía la corazonada de que ahora debía darse prisa. Mucha prisa. 

Así, cuando el mes de julio casi terminaba, el castellano visitó al obispo Fulco con intención de recibir su bendición y ponerse a patear rumbo a Roma. Por supuesto, Fulco estaba que no cabía en sí de la felicidad. Hombre, lo que no veía muy claro el obispo era la chicharrera que iba a pasar nuestro amigo, haciendo kilómetros en pleno agosto, pero Domingo insistió. El calor no iba a frenarle, y Fulco lo sabía. Así que, con una sonrisa, alzó su mano para bendecir a nuestro querido fraile… cuando, de repente, un criado, visiblemente agitado, entró en la sala y anunció: 

-¡¡¡Correo urgente de Roma!!! ¡¡¡Llega un correo urgente de Roma!!!

Fulco hizo un gesto a Domingo de que se quedase ahí, a su lado. El ambiente se volvió tenso y lleno de inquietud cuando el mensajero cruzó las puertas con gesto sombrío. 

-Excelencia -dijo haciendo una pequeña inclinación hacia Fulco, con la voz entrecortada-, he sido enviado para comunicaros que el Papa Inocencio III… ha fallecido. 

Fulco y Domingo cruzaron una mirada rápida. Los dos sabían bien lo que aquello significaba. Con la muerte del Papa… morían también todas sus promesas. 


PARA ORAR 
-¿Sabías que… nuestro Dios es el Dios de las promesas? 

Toda la Historia de la Salvación está cruzada por este hilo de oro: la Promesa. Ya en el Paraíso, después de la caída, Dios promete un salvador. Al Pueblo Elegido, con Moisés, les promete la libertad. A David le promete reinar… 

Lo curioso es que el Señor hace siempre las promesas cuando no se ve nada, cuando no hay ninguna garantía, ¡cuando es imposible! Ahí es donde pide el acto de fe, ¡y donde sucede el milagro! Porque el Señor siempre cumple sus promesas. 

¡¡¡Eso mismo nos sucede hoy!!! Tú y yo vivimos en una continua promesa. En efecto, la palabra “sacramento”, en latín, significa… “juramento”. En cada sacramento, ¡¡¡el Señor te hace una promesa, se compromete contigo!!! 

Visto desde esta perspectiva, el asunto se vuelve impresionante: en tu bautismo, Dios mismo juró que tú eres su hijo y Él será siempre tu Padre, ¡¡¡y Él no rompe jamás su promesa!!! En la Eucaristía, Cristo renueva su juramento de amor, ¡¡y vuelve a ser contigo “una sola carne”!! En la confesión, el Señor se compromete en juramento a perdonar cada una de tus faltas, ¡¡¡y no vuelve a recordarlas jamás!!! Y caminamos sostenidos por la promesa de que nos está preparando una maravillosa morada en el Cielo, y que, cuando termine nuestro tiempo aquí, Él mismo saldrá a nuestro encuentro. 

La palabra de un hombre puede fallar, pero no la Palabra de Dios. Es más, la muerte de Cristo no supuso el fin de las promesas… sino su más gloriosa ratificación. 

Abraham, Moisés, David… siguieron caminando porque confiaron en el Dios de las promesas. También Domingo, unos días después, partiría rumbo a Roma, porque creía ciegamente en que Dios cumple su palabra. Para cualquier creyente hay momentos en que toda certeza puede morir, pero la esperanza continúa en pie: ¡¡¡la promesa se cumplirá, porque vamos de la mano del Dios fiel!!!  

VIVE DE CRISTO 

PD: Con este capítulo, mi querido lector, damos por finalizadas las publicaciones de este curso, pero, ¡que no cunda el pánico! Recuerda que… ¡nos quedamos con la promesa de volver a vernos en septiembre! Jejejeje… Esto no es un “adiós”, sino un “hasta luego”: así pues, te deseo que este tiempo disfrutes del verano, que puedas descansar y… ¡¡te espero el próximo curso!! ¡¡¡Feliz verano!!!