… EN LA ORDEN DE PREDICADORES TENEMOS SERIOS CONFLICTOS DE PATERNIDAD?
No pienses que tenemos un problema de identidad o que dudamos de que santo Domingo sea realmente nuestro Fundador. Él es verdaderamente Nuestro Padre, ¡pero no es el único! Veamos cómo sucedieron las cosas…
Tras el encuentro con el Papa, mucho más animados y esperanzados, el obispo Fulco y Domingo hicieron las maletas y emprendieron el viaje de regreso a casa. Sin embargo, no llegarían juntos a Toulouse. Pero que nadie se preocupe, que no les sucedió nada a nuestros dos amigos. En realidad, lo que ocurría era que el papa Inocencio III había encargado a Fulco un “pequeño” negocio diplomático.
¿Recuerdas a Arnaldo, el prelado que era más feliz capitaneando tropas de soldados que administrando sacramentos o predicando? Había sido todo un héroe en la batalla de las Nabas de Tolosa, y, al volver de repartir cuchilladas a diestro y siniestro, le nombraron arzobispo de Narbona. Al señor arzobispo eso de mandar le gustaba más que el arroz con leche, y si a esto le unimos que tenía bastante difusos los límites entre Iglesia y Estado… bueno, pues ya tenemos el conflicto asegurado. Más que nada porque el señor de Narbona desde el punto de vista político era nada menos que Simón de Montfort, el sanguinario general a quien solo santo Domingo podía tratar de tú. Montfort no consentía que nadie le tosiera, mucho menos iba a permitir que el arzobispo andase metiendo las narices en sus asuntos.
Total, que, recién acabadas las batallas contra los musulmanes, estos dos tipos estaban a palos por el señorío de Narbona, a un tris de montar una guerra civil en el corazón de la cristiandad. Así pues, nuestro obispo Fulco, a petición de Inocencio III, se quedó a intentar amansar a las dos fieras, mientras Domingo apretaba el paso. ¡¡Imagina las ganas que tenía de reunirse con sus hermanos y contarles las novedades!!
Pero no te lo pierdas, porque, la primera sorpresa… ¡¡¡se la llevó él!!! Cuando le abrieron las puertas del convento de san Román, descubrió que, en esos meses de ausencia, ¡¡¡su comunidad de frailes había crecido con nuevos fichajes!!! El último en unirse al grupo, hacía apenas unos días, había sido fray Juan, un navarrico noble, nervioso, algo terco, pero de buen corazón, que ostentaba el título de ser el más joven de la comunidad. Domingo sonrió al fijar su mirada en aquellos ojos vivaces, llenos de alegría y vitalidad. ¡¡¡El Señor seguía bendiciendo su labor con nuevas vocaciones!!! Cuando se marchó eran 7, ¡y ahora eran más del doble! Siete españoles, ocho franceses y un inglés componían la primera comunidad masculina.
Todos juntos se ponen en marcha hacia Prulla, hacia el convento de la Santa Predicación donde estaban las primeras compañeras de Domingo, las contemplativas.
Y así, el 12 de abril de 1216, todos unidos en oración, frailes y monjas escucharon atentamente el relato de Domingo sobre su viaje a Roma, el Concilio, el Canon XIII… ¡¡¡y el encuentro con Francisco de Asís!!!
Fue tal la emoción con la que santo Domingo narró ese abrazo con el Poverello, que, prácticamente por aclamación popular, todos los frailes y monjas se sintieron parte de ese abrazo con la Orden franciscana… ¡¡¡y desde entonces llamamos al santo de Asís “Nuestro Padre san Francisco”!!! (*).
A renglón seguido, Domingo planteó la cuestión más espinosa: había que elegir una Regla. Nuestro amigo comentó que, cuando era canónigo en Osma, había vivido bajo la regla de san Agustín, por lo que era la que le resultaba más familiar… y en la que había basado su modo de vida desde entonces.
Murmullo por aquí, comentario por allá… y la conclusión cayó por su propio peso: ¿para qué andar a buscar más? ¡¡¡Que viva Nuestro Padre san Agustín!!!
PARA ORAR
-¿Sabías que... el proyecto del Señor siempre fue hacernos familia?
Dios mismo no es soledad, sino amor, ¡es Trinidad, es familia! Cristo nos enseñó a tratar a Dios como “Abba” (Papá), san Pablo dice que Jesús “no se desdeña de llamarnos hermanos”... El proyecto del Señor es que todos seamos familia, ¡”Su” familia!
Así pues, desde tu bautismo, el Señor ha cumplido su promesa: ahora tienes el ciento por uno en padres, madres, hermanos... Como canta un himno:
No pienses que tenemos un problema de identidad o que dudamos de que santo Domingo sea realmente nuestro Fundador. Él es verdaderamente Nuestro Padre, ¡pero no es el único! Veamos cómo sucedieron las cosas…
Tras el encuentro con el Papa, mucho más animados y esperanzados, el obispo Fulco y Domingo hicieron las maletas y emprendieron el viaje de regreso a casa. Sin embargo, no llegarían juntos a Toulouse. Pero que nadie se preocupe, que no les sucedió nada a nuestros dos amigos. En realidad, lo que ocurría era que el papa Inocencio III había encargado a Fulco un “pequeño” negocio diplomático.
¿Recuerdas a Arnaldo, el prelado que era más feliz capitaneando tropas de soldados que administrando sacramentos o predicando? Había sido todo un héroe en la batalla de las Nabas de Tolosa, y, al volver de repartir cuchilladas a diestro y siniestro, le nombraron arzobispo de Narbona. Al señor arzobispo eso de mandar le gustaba más que el arroz con leche, y si a esto le unimos que tenía bastante difusos los límites entre Iglesia y Estado… bueno, pues ya tenemos el conflicto asegurado. Más que nada porque el señor de Narbona desde el punto de vista político era nada menos que Simón de Montfort, el sanguinario general a quien solo santo Domingo podía tratar de tú. Montfort no consentía que nadie le tosiera, mucho menos iba a permitir que el arzobispo andase metiendo las narices en sus asuntos.
Total, que, recién acabadas las batallas contra los musulmanes, estos dos tipos estaban a palos por el señorío de Narbona, a un tris de montar una guerra civil en el corazón de la cristiandad. Así pues, nuestro obispo Fulco, a petición de Inocencio III, se quedó a intentar amansar a las dos fieras, mientras Domingo apretaba el paso. ¡¡Imagina las ganas que tenía de reunirse con sus hermanos y contarles las novedades!!
Pero no te lo pierdas, porque, la primera sorpresa… ¡¡¡se la llevó él!!! Cuando le abrieron las puertas del convento de san Román, descubrió que, en esos meses de ausencia, ¡¡¡su comunidad de frailes había crecido con nuevos fichajes!!! El último en unirse al grupo, hacía apenas unos días, había sido fray Juan, un navarrico noble, nervioso, algo terco, pero de buen corazón, que ostentaba el título de ser el más joven de la comunidad. Domingo sonrió al fijar su mirada en aquellos ojos vivaces, llenos de alegría y vitalidad. ¡¡¡El Señor seguía bendiciendo su labor con nuevas vocaciones!!! Cuando se marchó eran 7, ¡y ahora eran más del doble! Siete españoles, ocho franceses y un inglés componían la primera comunidad masculina.
Todos juntos se ponen en marcha hacia Prulla, hacia el convento de la Santa Predicación donde estaban las primeras compañeras de Domingo, las contemplativas.
Y así, el 12 de abril de 1216, todos unidos en oración, frailes y monjas escucharon atentamente el relato de Domingo sobre su viaje a Roma, el Concilio, el Canon XIII… ¡¡¡y el encuentro con Francisco de Asís!!!
Fue tal la emoción con la que santo Domingo narró ese abrazo con el Poverello, que, prácticamente por aclamación popular, todos los frailes y monjas se sintieron parte de ese abrazo con la Orden franciscana… ¡¡¡y desde entonces llamamos al santo de Asís “Nuestro Padre san Francisco”!!! (*).
A renglón seguido, Domingo planteó la cuestión más espinosa: había que elegir una Regla. Nuestro amigo comentó que, cuando era canónigo en Osma, había vivido bajo la regla de san Agustín, por lo que era la que le resultaba más familiar… y en la que había basado su modo de vida desde entonces.
Murmullo por aquí, comentario por allá… y la conclusión cayó por su propio peso: ¿para qué andar a buscar más? ¡¡¡Que viva Nuestro Padre san Agustín!!!
PARA ORAR
-¿Sabías que... el proyecto del Señor siempre fue hacernos familia?
Dios mismo no es soledad, sino amor, ¡es Trinidad, es familia! Cristo nos enseñó a tratar a Dios como “Abba” (Papá), san Pablo dice que Jesús “no se desdeña de llamarnos hermanos”... El proyecto del Señor es que todos seamos familia, ¡”Su” familia!
Así pues, desde tu bautismo, el Señor ha cumplido su promesa: ahora tienes el ciento por uno en padres, madres, hermanos... Como canta un himno:
“Donde va un cristiano,
no hay soledad, sino amor,
pues lleva a toda la Iglesia
dentro de su corazón,
y dice siempre ‘nosotros’,
incluso si dice ‘yo’”.
VIVE DE CRISTO
(*) Dato curioso: el sentimiento de cariño entre franciscanos y dominicos fue mutuo, pues, cuando san Francisco relató el episodio a sus hermanos, lo hizo con tanto entusiasmo que, desde entonces, se refieren al castellano como “Nuestro Padre santo Domingo”. Así que, sin faltar a la verdad, decimos, con cariño y orgullo, que las dos Órdenes son hermanas, ¡¡¡ya que compartimos “Padres”!!!
VIVE DE CRISTO
(*) Dato curioso: el sentimiento de cariño entre franciscanos y dominicos fue mutuo, pues, cuando san Francisco relató el episodio a sus hermanos, lo hizo con tanto entusiasmo que, desde entonces, se refieren al castellano como “Nuestro Padre santo Domingo”. Así que, sin faltar a la verdad, decimos, con cariño y orgullo, que las dos Órdenes son hermanas, ¡¡¡ya que compartimos “Padres”!!!