¿SABÍAS QUE…

Escrito el 23/02/2021
Sión OP


… DOMINGO FUE OKUPA?
 
-Nota previa:
 
Pensaba comenzar este artículo con la famosa frase: “como decíamos ayer”… y continuar como si nada hubiese pasado... Pero, bueno, tras prácticamente dos meses de silencio, tampoco me parecía elegante; ¡os debo como mínimo una explicación!
 
Lo cierto es que este último tiempo vi necesario cerrar esta sección debido a unos cuantos proyectos que se me acumularon y que necesitaban un extra de tiempo y atención. Vamos, que no llegaba a todo… Gracias a Dios, ¡ya está resuelto y estamos de vuelta! (Espero de ahora en adelante organizarme un poquito mejor…)
 
Y, bueno, sinceramente, en esta temporada también ha habido detalles muy bonitos… Quiero aprovechar para agradecer a Carmen, Curro, Ro y a todos los que de un modo u otro me habéis hecho llegar… ¡que echabais de menos las aventuras de santo Domingo! Muchísimas gracias por vuestro apoyo y preocupación (sí, sí... mamá, papá, vuestro interés y ánimo también son muy importantes para mí...), ¡que el Señor os lo pague!
 
Así pues, aquí volvemos, con entusiasmo renovado, a nuestra cita de los 8 y 24 de cada mes, ¡¡esperando seguir disfrutando de Domingo y, muy especialmente, de Jesucristo!!
 
Sin más preámbulos, ¡que la historia continúe!
 
 
 
 
¿SABÍAS QUE… DOMINGO FUE OKUPA?
 
En el artículo anterior (ejem, ejem…) dejamos a nuestro amigo castellano completamente solo en tierras francesas. Repasemos las últimas jugadas: el obispo Diego había vuelto a su diócesis, Osma, para ver cómo andaban las cosas por allí; y el bueno de Raúl, gran compañero y amigo, no había superado el invierno… y ahora intercedía por Domingo desde el Cielo.
 
En cuanto al resto de miembros de los equipos de predicación, visto cómo se iban desarrollando las cosas, habían hecho mutis por el foro. Unos cuantos volvieron a sus monasterios, deseando tener la fiesta en paz… y otros tantos se habían lanzado a resolver las diferencias con los herejes a fuerza de espadas y flechas. Argumentación contundente, que dirían ellos.
 
En fin, lo dicho, Domingo se quedó más solo que la una.
 
Pero, cuando todo le invitaba a tirar la toalla, nuestro amigo decidió continuar con el plan que habían trazado, ¡sin importarle las condiciones! Así pues, puso rumbo a Fanjeaux.
 
En aquel entonces, Fanjeaux era una pequeña ciudad fortificada, al estilo de todas las de la zona: un castillo, gruesas murallas, casas apretujadas… y herejes. Eso era lo que había en Fanjeaux. Una mogollonera de cátaros campando alegremente por sus calles. Tal es así, que muchos consideraban a esta pequeña ciudad como una de las “capitales” de la herejía.
 
Domingo callejeó por entre las pequeñas casuchas de la ciudad. Los vecinos fingían no prestarle atención, pero disimuladamente le observaban. Las ropas de Domingo hablaban antes que sus labios: ese hábito, esa capa… no había duda: ese hombre era sacerdote católico. ¿Qué suponía que iba a hacer allí?
 
Finalmente, nuestro amigo dio con la desvencijada iglesia, abandonada hacía tiempo. Y, tras encomendarse al Señor, en pie, en mitad de la plaza, se puso a predicar a voces.
 
La mal aparentada indiferencia dio paso a la abierta curiosidad. Algunos se detuvieron a escucharle, entre ellos, algunos cátaros de los más comprometidos, ¡que rápidamente dieron la voz de alarma a los perfectos!
 
En un santiamén se presentó allí un equipo completo dispuesto a discutir con el recién llegado. El objetivo era reducirle y echarle lo más rápidamente posible, de preferencia con discreción… pero Domingo se defendía con argumentos sólidos y no parecía dispuesto a marcharse de ninguna manera. Así pues, lo que consiguieron fue un barullo de los buenos: en un segundo la plaza estaba a reventar, con todo el pueblo coreando la disputa. Un desastre. Al caer la noche, la ciudad entera se hacía bocas del extranjero recién llegado, capaz de hacer frente a los grandes perfectos cátaros sin vacilar…
 
Más aún: las gentes comentaban que, cuando se disolvió la disputa porque se hacía tarde, aquel predicador, que parecía tan digno, tan noble al hablar… se había envuelto en su capa, dispuesto a dormir junto a la puerta de la iglesia. Y es que… ¡no llevaba ni una moneda para conseguir comida o alojamiento!
 
En este momento, los cotilleos entre vecinas alcanzaban el punto álgido. Porque la historia no terminaba ahí. Al parecer, alguien se había compadecido del extranjero… (¿quizá el Señor le había tocado el corazón con la predicación de Domingo?); el hecho es que le había ofrecido una habitación… ¡y había aceptado! ¡¡Aquel sacerdote peregrino tenía intención de quedarse!! Pero, ¿por qué? ¿Cuánto tiempo estaría? ¿Qué pretendía?...
 
En fin, dejemos a las buenas señoras seguir con los rumores… pero, sí, efectivamente, alguien sintió lástima de nuestro noble castellano, y decidió tenderle una mano. Claro que aquellas gentes no nadaban en la abundancia… Esa persona, desconocida para la Historia, tenía un lugar abandonado que podía ofrecerle. Se trataba de cuartucho de mala muerte, miserable, pequeño y frío, equipado únicamente con un hornillo donde hacer el pan y calentarse un poco. Bueno, también tenía puerta… y ventana… y un tejado con goteras… ¿Cama? Er, no, eso no… ¡pero tenía suelo! Parece poco, pero es mucho mejor que dormir sobre barro…
 
Las condiciones de aquel cuarto no es que fuesen las mejores del mundo, pero, en la situación de Domingo, ¡aquello era un palacio! ¡Nuestro amigo estaba feliz! ¡No necesitaba más! Inmediatamente aceptó la propuesta y este fue el modo como, en esa habitación abandonada, nuestro fundador se convirtió en okupa… eso sí, un okupa amigablemente invitado.
 
Han pasado muchos años desde entonces (¡ocho siglos, nada menos!). De las casas ricas y nobles, así como de las casas más humildes del Fanjeaux de aquel momento, apenas queda un recuerdo. El tiempo las ha ido borrando todas implacablemente. Todas… menos aquel aposentillo sin importancia. Ese pequeño cuarto se convirtió en la casa de un santo, ¡y a día de hoy se puede seguir visitando!
 
 
PARA ORAR
-¿Sabías que… Cristo también quiere ser okupa?
 
Sí, pero también al estilo de Domingo: solo entra si es invitado. ¡Esa es su única condición! ¡Ser invitado, nada más!
 
Jesús no quiere palacios ni grandes mansiones, ¡pero desea ardientemente llegar a esa habitación interior que es tu corazón!
 
¿Dices que es pequeña, que está sucia, que tiene goteras…? ¿Y qué más da? Cristo no va a rechazarte por eso, ¡te ama como eres, como estás! ¡No tienes que ser diferente para que te quiera!
 
Basta con que le abras la puerta… y comienzan los milagros. Los santos no están hechos de un barro diferente al tuyo o al mío. El aposentillo de Fanjeaux ha saltado a la Historia no por lo grandioso que era, sino por el gran hombre que vivió en su interior. ¿Y tú? Quien quiere vivir en tu alma es el hombre más grande de la Historia, y que, además, pagó con Su sangre por tu felicidad… ¡en Él está tu valor y tu grandeza!
 
“¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros, porque lo habéis recibido de Dios. Y no os pertenecéis, pues habéis sido comprados a buen precio…” (1 Co 6, 19-20).
 
 
VIVE DE CRISTO


Pd: PARA SABER MÁS
Ya que Domingo ha decidido hacer una parada, yo he aprovechado para echar la vista atrás y repasar todo el camino que llevamos hasta aquí, ¡y ya es mucho! Por si quieres revisarlo conmigo, aquí te dejo mis apuntes. Espero que los disfrutes, ¡y a coger fuerzas para continuar nuestro viaje!