¿SABÍAS QUE...

Escrito el 08/08/2020
Sión OP

...DIEGO Y DOMINGO FUERON TRAICIONADOS? 
 
El mes pasado dejamos al obispo castellano animando a los abades a predicar desde la pobreza. La propuesta, tras el ejemplo de Diego, tuvo una gran acogida. Bien, ya estaba formado el grupo de predicadores. Y ahora, ¿qué?

Preparados los misioneros, había que organizar la misión. 

Visto el aplomo y la seguridad del obispo, el grupo de abades le pidió que asumiese la dirección de la campaña. Evidentemente, este título era honorífico, pues todos sabían que, tarde o temprano, Diego tendría que abandonar la misión para volver a su diócesis... pero al menos podría organizar “a su manera” los inicios. 

Lo cierto es que a Diego no le asustaba tomar el mando, ¡llevaba años al frente de su diócesis! Y era un gran hombre de oración, por lo que había aprendido a buscar en cada decisión el bien común... y llevaba años orando y soñando con este momento. En un instante analizó la situación y, rápidamente, expuso su propuesta: dividirse. 

El plan del obispo era formar pequeños grupos de predicadores, que se esparcieran por todo el territorio, de forma que cada sección actuase en una zona concreta. Al frente de cada equipo iría uno de los legados papales, que dirigiría el grupo y acogería oficialmente en la Iglesia a todo el que abrazase la fe católica. 

La idea fue acogida con entusiasmo por todos. Se hicieron los grupos. Para ahorrarnos una lista de nombres que no nos iban a decir mucho, nos centraremos en el equipo de nuestros amigos castellanos. 

En efecto, Diego y Domingo estaban en el mismo grupo. A ellos se les añadió don Pedro de Castelnau (uno de los abades) y el maestro Raúl, monje cisterciense, y, desde Montpellier, se encaminarían hacia Beziers.

Pero, antes de que la asamblea se diera por concluida, el abad más importante de los presentes, don Arnaldo Amaury, abad general del Cister, anunció que debía volver a su monasterio, a presidir una importante reunión, pero prometió volver en un año, acompañado de más monjes que pudieran fortalecer la misión. 

Domingo le observó en silencio mientras se marchaba. Lo cierto es que todo lo acordado en la asamblea de los abades dependía de la buena voluntad de cada uno. ¿Respetarían los acuerdos? Algo le decía que las cosas no iban a ser tan fáciles...

En efecto, todo se fue complicando considerablemente. Para percibirlo mejor, vamos a adelantar un poco los acontecimientos. 

El grupo de misioneros encabezado por el obispo Diego fue predicando por los pueblos que encontraron por el camino. La verdad es que su andadura comenzó bastante bien, con una notable acogida por parte del pueblo... más o menos: todos los misioneros lograban tocar el corazón de la gente, menos don Pedro. Era la oveja negra del equipo. 

Don Pedro había sido abogado. Le gustaba mucho el oficio y se le daba realmente bien, por lo que, incluso siendo canónigo, siguió defendiendo pleitos difíciles de clientes adinerados. Detalle que ya dice mucho... 

En fin, la cuestión es que, desde siempre a don Pedro le había ido mejor en el foro que en el coro, y se sentía más cómodo vestido de toga que de hábito. Como ves, mal asunto. 

Para colmo, tenía un temperamento duro, tenaz, intransigente... algunos aseguran que incluso era violento. Así que, cada vez que Pedro abría la boca en un pueblo, los ánimos se caldeaban hasta casi acabar en batalla campal. 

El grupo trató de animarle a descubrir una nueva forma de tratar a los demás, apoyándose en el amor de Cristo... pero la verdad es que no tuvieron acogida. El asunto se resolvió de la peor manera posible: 

Raúl y Domingo se enteraron de que un grupo de herejes habían pensado asesinar a Pedro. Rápidamente hablaron con Diego, y todos decidieron que había que protegerle. Lo mejor era que se alejase del peligro. 

Es de suponer que a Pedro la idea no le hizo la más mínima gracia. Pero aquello era una orden, no una sugerencia. Tenía que irse. 

Finalmente accedió, pero sus formas nunca cambiaron. Siguió enfrentándose con todos y por todo, hasta que, un año más tarde, murió asesinado en una emboscada. 

¿Piensas que las cosas estaban ya bastante mal? Pues aún empeoraron. 

El asesinato de Pedro fue la excusa perfecta que don Arnaldo había estado esperando. ¿Recuerdas a don Arnaldo, el abad general del Císter, que había abandonado la asamblea? Bien, pues estaba de vuelta. Eso sí, con sus propias ideas. La muerte de Pedro le parecía la demostración evidente de que con los herejes no  servían de nada los discursos. Según él, eran mucho más efectivas las cruzadas. 

He aquí otro abad que no tenía demasiado claras las cosas en su corazón... En efecto, don Arnaldo se sentía más realizado con casco y armadura, a caballo y lanza en ristre, que predicando al estilo evangélico. Consiguió su objetivo, y gozó enormemente comandando la cruzada contra los albigenses. Se ve que aquella campaña le pareció pequeña, así que se concedió a sí mismo licencia para continuar su historia militar: terminada la cruzada, vino a España, al frente de 40.000 soldados, a combatir contra los moros. Los historiadores franceses aseguran que fue todo un héroe en la batalla de Las Navas... 

Y así, el proyecto de Diego y Domingo acabó bañado en sangre, tildado de inútil por los mismos que lo apoyaron. Pero, a pesar de tan tremenda tormenta, el equipo misionero de nuestros amigos... seguía en pie, dispuesto a cumplir su misión desde el amor. 


-PARA ORAR
¿Sabías que... la clave está en tu corazón? 

En efecto; a cada uno de nosotros Cristo nos encomienda una misión. Sabemos que, quien hace la Voluntad del Señor, es feliz, encuentra “su sitio” y su corazón descansa, ¡aunque la situación a tu alrededor sea un caos! 

Lamentablemente, todos sabemos que, por regla general, Cristo no nos pone una señal roja en el cielo indicándonos nuestro camino... ¡espera que lo vayamos descubriendo de Su mano! Eso supone que no viajamos con “las luces largas” (con las que se ve gran parte del recorrido), sino con “las cortas”: ¡Cristo nos muestra solo el siguiente paso! Lo demás, es cuestión de confiar. 

Vendrán dificultades. Habrá momentos de desánimo. Sí, ir con Cristo no te ahorrará el proceso. Por eso es tan importante que seas sincero con Él, que pongas en Sus manos lo que hay de verdad en tu corazón. Antes de esos dos años de viaje por Europa, el Señor dedicó mucho más tiempo a forjar el corazón de Domingo en el silencio de la catedral de Osma... 

O, en otras palabras, la pregunta crucial que Cristo te lanza cuando empiezas un nuevo proyecto es: “¿Por qué lo estás haciendo?” 

Puede ser por gusto, por fama, porque toca... Los proyectos vienen y van; hay cosas que salen, otras se caen; sueños que se realizan y otros que se esfuman; personas que hoy te apoyan y que mañana se alejan... Al final, solo el corazón que es capaz de responder “Por amor a Ti y a los demás” es el que se mantendrá firme y en paz. 

VIVE DE CRISTO 


Imagen de don Pedro de Castelnau, el monje-abogado que terminó asesinado. 

Imagen del papa Inocencio III con don Arnaldo Amaury, abad general del Cister, el abad-guerrero. 

Mapa para hacernos a la idea del rumbo que tomó nuestro equipo de misioneros: de Montpellier, a Beziers.