MI CORAZÓN, ARDE EN AMOR

Escrito el 16/08/2025
Sor Matilde OP


49 « He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! 

50 Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! 

51 « ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. 

52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; 

53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.» (Lc. 12, 49-53)

 

Toda la creación está llena del amor de Dios, pues, no otra cosa le movió a hacer a cada criatura: todos llevan su impronta. Y, en el hombre, su creación más mimada, le imprimió su imagen y semejanzahaciéndolo capaz de recibir la vida divina, de forma eminente. Pero,hubo una creación extraordinaria que Dios mismo se reservó para Sí yesta fue el Cuerpo de Jesús, su Humanidad divina, en quien tuvo sus complacencias.

Y es que la Persona de Jesús era Dios mismo, habitando en un Cuerpo y, si Él es el Amor, nada había en su pensar y obrar que no fuera todo dirigido y empapado por ese Amor. De aquí que de la abundancia de su ser declarara abiertamente a sus discípulos que ¡era Fuego de Amor que quería prender en llama viva a la tierra entera y hacer arder todos los corazones en ÉI! Fuego y Celo en Dios se identifican y así pudo decir también: “¡el Celo de tu casa me devora!”

En Dios, en Jesús, los excesos no son mensurables. Todos se salen de madre y se desbordan. Así como cuando habló de su Bautismo de Sangre dice: “¡sufro angustias hasta que se cumpla”. “La angustia de Dios”, la que tuvo en Jesús, le hizo sudar sangre en Getsemaní. No esperó el Señor a derramarla en su Pasión, si no que se anticipó en el Huerto de los Olivos para hacernos comprender que su deseo de este bautismo era excesivo, como lo era su Amor.

¿Quién podrá sumergirse en esta corriente impetuosa y seguir al Maestro, al menos en la más mínima ansia de dar la vida por nosotros yde salvarnos del pecado y de la muerte cruel que a todos nos quería anegar en su aniquilamiento?. Y, sin embargo, el Espíritu Santo nos invita a ello: “tened los mismos sentimientos de una vida en Cristo Jesús, el cuál, siendo Dios se despojó de su rango y se humilló hasta la muerte en Cruz”. ¡Y nosotros igual, según la fuerza que Dios nos dé!

Si el fuego del Amor de Dios está siempre en la tierra y a la puerta de cada corazón, ¿qué necesita Jesús para entrar en cada uno, sino que le abramos con nuestro permiso: “estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”(Apoc. 2,20). ¡El respeto de Dios para con la libertad del hombre es impresionante! Porque también puso un “si” condicional ante su morar en nosotros: “si alguno me ama, lo amará mi Padre y lo amaré Yo y vendremos a Él y haremos morada en él”. ¡Nos suplica que lo amemos,porque tras este acto trascendente hay una promesa desorbitada de vida eterna!

Pero su Amor, como “signo de contradicción”, hará que los hombres se dividan: o con Jesús, o en contra de ÉI: “en una misma casa, por la carne y la sangre, estarán divididos”. Pero no así en su Iglesia de fieles,pues “todos tendrán un mismo pensar y un mismo sentido en CristoJesús” …

¡Señor Jesús, que, “a fuerza de amor humano, me abrase en amor divino”!

¡Ven Espíritu Santo y haz tu obra de Amor en nuestro corazón! ¡Amén! ¡Amén!