1 Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia.
2 Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan;
3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo;
4 Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó.
5 A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos;
6 dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
7 Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. (Mt. 10, 1-7)
Es el momento, en este Evangelio, de elegir doce discípulos, los Doce Apóstoles a los que Jesús confirió poderes de curar toda enfermedad y de expulsar a los espíritus inmundos. A cada uno lo miró a los ojos y,sobre todo, al corazón. Allí es donde depositó su gracia poderosa porque estos doce ya estaban elegidos desde toda la eternidad por Dios-Padre.
Y los llamó a cada uno por su nombre, porque la llamada de Dios es un asunto personal, de Tú a tú. Dios nombra y mira y el hombre responde con su libertad. Y esto se ve muy bien en uno de ellos que fue llamado por Jesús especialmente, Judas, y no respondió más que con el rechazo y la traición. Él le hizo decir al Señor: “¡Ojalá no hubieras nacido!”
El responder a la llamada, como vemos, es un asunto muy grave porque a veces nuestra salvación depende de nuestro asentimiento o rechazo para entrar en el Cielo. Los once fueron fieles a la voz del Pastor y,como no es mayor el criado que su amo, lo siguieron hasta dar la vida por Él, en un martirio y una entrega como la suya. Su fidelidad fue premiada por Dios porque ÉI quiso concederles poderes sobrenaturales que sólo Dios puede dar a los hombres.
Éstos, ante Cristo, desaparecieron en su obediencia ciega a su voluntady merecieron el poder sentir y decir: “ya no soy yo, que es Cristo quien vive en mí”. ¡Qué buen ejemplo a imitar, si es que amamos a Jesús, al menos con un poco del celo y fidelidad que ellos tenían! Sabemos que los Apóstoles son los Príncipes del Reino y desde el Cielo su tarea,junto con su alabanza a Dios, es cuidar de sus hermanos que todavía luchan en la tierra por seguir sus pasos en una vida santa.
Jesús a éstos los encomendó, primeramente: “id a las ovejas descarriadas de Israel”. Pero, éstas hicieron con ellos el oficio de lobos y los martirizaron como hicieron con el Buen Pastor de todos ellos. Así,tuvieron que reconocer, como inspiración del Espíritu Santo: “como vemos que nos rechazáis y no os consideráis dignos del Reino de Dios, nos dirigimos a los paganos”. Y el anuncio fue: “¡convertíos, porque ha llegado a todos el Reino de los Cielos”.
El pueblo elegido rechazó al Mesías y su mensaje, como estaba escrito antaño por boca de los Profetas. Este pueblo, aunque rodeado de tanto amor por Dios, siempre fue infiel, pues: “¿A qué Profeta no persiguieron vuestros padres?” que les dijo Jesús. Pero, como la llamada de Dios es irrevocable, en su Palabra les advierte que, al final de los tiempos, Israel será salvado. Lo que no quita que la Iglesia de Jesús esté formada principalmente por paganos convertidos y hechos bautizar por los Apóstoles.
¡Señor, también a nosotros nos has elegido con una predilección incomprensible, pues “¿Quién conoce la mente de Dios o, quién ha sido su consejero?”. Nos acogemos a este amor infinito derramado en nuestros corazones y te suplicamos que nunca nos apartemos de Ti, sino que, rodeados por tu gracia, perseveremos hasta el fin y podamos un día contemplar la Hermosura infinita de tu Rostro! ¡Qué así sea! ¡Amén!¡Amén!