ALEGRAOS, VUESTROS NOMBRES ESTÁN EN EL CIELO

Escrito el 05/07/2025
Sor Matilde OP


1 Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. 

2 Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. 

3 Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. 

4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. 

5 En la casa en que entréis, decid primero: "Paz a esta casa." 

6 Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. 

7 Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. 

8 En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; 

9 curad los enfermos que haya en ella, y decidles: "El Reino de Dios está cerca de vosotros." 

10 En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: 

11 "Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca." 

12 Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad.

17 Regresaron los 72 alegres, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» 

18 El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 

19 Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; 

20 pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos.» (Lc. 10, 1-12. 17-20)

 

No se conforma Jesús con instruir a los doce, sino que otros setenta y dos discípulos, que arden de celo por dar a conocer a Jesús a todos los hombres, reciben del Señor “el envío”. Y van de dos en dos porque “no es bueno que el hombre es de solo”. Ambos se pueden ayudar en la evangelización y también en sostenerse en la fe y en el celo por la salvación de las almas.

Jesús quiere más obreros para su mies, para el campo del mundo en el que muchos no conocen la Buena Nueva de la Salvación en Cristo. Quiere que oremos al Padre para que sean muchos los que se entreguen a ÉI y repitan sin cansarse: “ha llegado el Reino de Dios”. Y esto no será sin fuerte oposición por los poderes del mundo, donde Satanás todavía tiene su reino en el corazón de muchos hombres. Estarán “como corderos en medio de lobos”, pero el Pastor los fortalece con un alimento celestial: ¡su Cuerpo y su Sangre! ¡Con El, nada pueden temer!

Y les da instrucciones sobre su comportamiento en la misión: austeridad en sus necesidades, pobreza y humildad en las palabras, siempre respetando a sus oyentes, aunque urgiéndoles a la conversión de vida. Ylos signos de la presencia del Espíritu Santo en ellos serán los milagros y curaciones y lo que más les admira: “¡hasta los demonios se nossometen en tu Nombre!”.

Jesús les explica entusiasmado: “¡estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo! “. Ellos son poderosos en Jesús y, con Él, toda la creación se les somete y nada dañino podrá hacerles mal. ¡Esto es maravilloso para todo cristiano! ¡Son dones del cielo que gratuitamente Dios concede a los que le son dóciles y le aman! Pero aún hay una alegría mayor: “¡sus nombres están inscritos en el cielo!”

Dios premia la decisión libre y amorosa de entregarse a Cristo. Y no por los dones con los que reviste a sus fieles, sino porque han decidido seguirle a ÉI donde quiera que vaya y amarlo sobre todas las cosas y sobre sí mismos. Esto merece a los ojos de Dios escribir sus nombres en “el Libro de la Vida”, que tiene el Cordero, y donde está escrita la vida de sus elegidos y su testimonio a favor de Dios que les merece a sus ojos un lugar a la derecha de Dios en su Reino.

¡Oh, Señor, que seamos nosotros de esos ciento cuarenta y cuatro mil que “siguen al cordero en su cortejo”, como nos cuenta el vidente y Evangelistas San Juan en su Apocalipsis! ¡Dios no nos premiará por las obras buenas que hayamos hecho, sino por el caudal de gloria que depositó en nuestras almas y que sólo Él pudo hacer fructificar! ¡Lo nuestro es tan sólo una fidelidad que sólo Él mismo tomó para sí, junto con nuestra buena voluntad! ¡Hazlo Tú, Jesús, tan sólo por tu amor! ¡Qué así sea! ¡Amen! ¡Amén!