YO LES HE DADO LA GLORIA QUE TÚ ME DISTE

Escrito el 12/06/2025
Sor Matilde OP


1 Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. 

2 Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. 

9 Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; 

14 Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. 

15 No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. 

16 Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. 

17 Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. 

18 Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. 

19 Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. 

20 No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, 

21 para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 

22 Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: 

23 yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. 

24 Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. 

25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. 

26 Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.»

 

Hoy celebramos la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. ÉI es el Único Sacerdote perfecto y eterno. Los sacerdotes de la Antigua Alianza, en Israel, ofrecían a Dios animales e incienso en sus sacrificios para intentar ser aceptados por Dios, junto con el pueblo a ellos confiados. Pero, Jesús, al entrar en el mundo dijo: “tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un Cuerpo. No te agradan holocaustos ni víctimas expiatorias por el pecado. Por eso dije: “aquí estoy ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad” (Hebreos 10,5-10). Y con esta voluntad todos quedamos santificados, porque, Jesús, se ofreció una vez para siempre ofreciéndose a Sí mismo.

Pero Jesús no es sólo Sacerdote Único, sino que Él es también el altar donde se ofrece a Sí mismo, la Víctima eterna para saldar nuestra deuda por el pecado. Como Él ha pagado por todos y para siempre, desde ahora ya no son necesarios otros sacrificios. Nosotros, unidos al sacerdocio de Cristo, somos santos con Él y por Él. Y también, por voluntad de Dios, “somos sacerdotes para ofrecer dones y sacrificios, oraciones y ofrendas que, por Jesús, son agradables a Dios.

Este no es el “sacerdocio ministerial”, sino el “sacerdocio común de los fieles”. ¡Es un misterio grande que Dios nos haya regalado este sacerdocio, en unión con Jesús! ¡Dios, por quien existe todo, ha querido que, mientras dura nuestra vida en la tierra, tengamos sacerdotes y ministros, en la Persona de Cristo, y ofrezcan el sacrificio agradable a Dios: ¡su Hijo, con su Cuerpo y con su Sangre! Y quiere que de Él vivamos y en Él muramos al mundo y al pecado y lleguemos así santos hasta el gran Día final de su Venida en Gloria.

Y es que, Jesús, nuestro gran Pontífice, ha penetrado los cielos porque es el Hijo de Dios y desde allí intercede por nosotros enviándonos su gracia para resistir a la tentación y concedernos su misericordia que siempre será eterna a favor nuestro.

¡La carta a los hebreos (4,14- 5,10) nos habla tan bellamente de nuestro Gran Sacerdote, Jesús, que querríamos que todos tomaran esta Palabra de Dios tan bella y ungida por su Espíritu Santo, e hicieran hoy oración de escucha y silencio con Ella!

¡Jesús, que nuestra vida sea uno ofrecimiento continuo a tu Santo Nombre y a tu Santidad! ¡Que te devolvamos la vida y nuestro ser, con acción de gracias, como sacrificio que te agrade! ¡Que te entreguemos con fe todos nuestros actos, buenos y menos buenos, y que ni siquiera nos reservemos nuestros pecados, pues por ellos has muerto en una Cruz para librarnos del poder de las tinieblas! ¡Todo, todo lo mío es tuyo,porque Tú te me has entregado todo entero! ¡Santifícanos con tu brazo poderoso para ser santos como Tú y contigo y llévanos, por el poder de tu Sacerdocio, a la Gloria eterna! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!