JESÚS, TOCÓ AL LEPROSO, COMPADECIDO

Escrito el 10/02/2024
Sor Matilde OP


40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.» 

41 Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» 

42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. 

43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente: 

44 « Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio. » 

45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes. (Mc. 1,40-45)

 

Un leproso se acercó a Jesús. Muy atrevido era este hombre al saltarse todas las reglas que le imponían vivir fuera de los pueblos y gritar a todos los que se le acercaban, para que huyeran de él: “¡impuro, impuro!”. En su vida desesperada, entró una pequeña luz que le hablaba de “el profeta de Nazaret”, que era un taumaturgoy había curado toda dolencia, ¡hasta la lepra!, enfermedad incurable en este tiempo. Y, el leproso formó un plan para llegarse a Jesús. Sabía que pasaba por el camino, cercano a su destierro, y sin hacer caso de lo que decía la Ley respecto a su lepra, se adelantó hasta Jesús y de rodillas le pidió: “¡si quieres, puedes limpiarme!”. Sabía que la voluntad de Jesús era buena y así le dijo Jesús: “quiero, queda limpio”. Y al punto se vio curado.

El corazón de este hombre ardía en deseo de publicar el prodigio y de nuevo no hizo caso de la prohibición de Jesús de no contárselo a nadie. Este afán de Jesús de prohibir a los curados que publicaran sus milagros,nos resulta un poco extraño. ¿No era él que venía a manifestarse a Israel? ¿Entonces, por qué tanto silencio?Esta actitud de Jesús lo llaman los estudiosos: “el secreto Mesiánico”. Jesús, no venía, como esperaban algunos, como un mesías político, guerrero y poderoso que llega para derrocar los poderes humanos injustos. Él es el “manso cordero” anunciado por los profetas que tiene unas armas distintas de las de este mundo: el amor, la paz, la mansedumbre, la dulzura. De aquí que quiera acallar toda manifestación a favor de la violencia.

¡Cuántas veces en nuestra vida experimentamos esa “impureza de cuerpo y espíritu”, y los que nos rodean, no nos ayudan a vernos libres de “nuestra lepra”! Parecen decirnos: ¡tú no tienes remedio, lo tuyo es para siempre!”. Pero el ejemplo de este leproso del Evangelio nos dice lo contrario. Como él, ¡saltemos todo encarcelamiento que nos impone la sociedad, y a veces, los más cercanos a nosotros, y con el alma rendida,arrodillémonos ante Jesús con un gesto sin testigos y digámosle: “¡si quieres, puedes limpiarme!” ¡No hacen falta muchas palabras ante Jesús, porque Él lo sabe todo de nosotros y, ¿qué más desea que decirnos a boca llena: “¡quiero, queda limpio, Yo estoy contigo que ¡soy tu Salvador!, ¡ahora y por siempre!”. “¡No escuches otras voces sino la mía que te habla de amor y acogida de tu ser doliente!”. 

Que pronuncien mis labios: “¡Oh Dios, crea en mí un corazón puro, no me arrojes lejos de tu Rostro!”.Entonces, se realizará el milagro del encuentro de comunión entre el Médico y el enfermo; el Redentor y el redimido; el Todo tomando para sí la nada e inconsistencia. 

¡Señor Jesús, atiende mi súplica, no mires mis palabras que no saben expresar todo lo que deseo de ti! ¡Mira mi corazón que está lanzado hacia Ti, con las manos abiertas, para que Tú hagas en mí y deshagas lo que creas conveniente para mi salvación, ¡para ese encuentro eterno contigo!, ¡y ya sin fisuras o desamor!¡Hazlo ya, Jesús! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!