¿QUIÉN DICES TÚ QUE SOY YO?

Escrito el 11/09/2021
Sor Matilde OP


27 Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» 

28 Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas.» 

29 Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.» 

30 Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él. 

31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. 

32 Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. 

33 Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: «¡Quítate de mí vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.» 

34 Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 

35 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. (Mc. 8,27-35) 

 

De acá para allá se mueve Jesús con sus discípulos… Pero en este caminar, su Palabra es siempre activa... Yun día, el pregunta a sus seguidores: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Y le cuentan que hay diversidad de opiniones: Juan Bautista, Elías o uno de los profetas... Todos se remiten a lo conocido en la Escritura, sin aventurarse a la escucha del Espíritu Santo que es quién solo puede decir quién es Jesús... He aquí la ambigüedad de la opinión humana que no sale de lo que para él es comprensible...

Esto, a Jesús, le deja decepcionado porque no han captado la irrupción del Reino en su Persona... Y ahora les pregunta a sus íntimos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Y Pedro, el impulsivo, lleno del Espíritu Santo, le confiesa: “¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios!”. Pedro no sabe lo que dice y lo que esta palabra implica, pero está seguro porque el Espíritu de Jesús le da esta firmeza. “Esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo”... Y los demás apóstoles se unen a Pedro acogiendo suconfesión...

Y detrás de ellos, Jesús nos pregunta directamente: ¿Y tú, N.N. quién dices que soy Yo?”... “¡No respondas enseguida, no te precipites en contestar, a no ser que mi Espíritu, te mueva la lengua y el corazón!... ¡Piensa primero, hurga en tu vida, que está clavada en tu corazón y contempla: ¿cuándo me viste, que clamando a mí, te salvé, te libré de “tus fosas" y de tus pecados y todo terminó en alabanzas y acciones de gracias quegritaste a todos?” ...

Antes de decir a Jesús quién es para mí, hay todo un camino de conversión y reconocimiento: ¡Que enningún momento yo me he podido salvar a mí mismo!; ¡liberar de tantas “prisiones” que me tenían encerrado!; ¡pasar de la muerte, de una vida en mí mismo, a la alegría de la resurrección en un mundo nuevo y limpio de estas tendencias malsanas que ahogan mis ansias de amar y ser bueno!... ¡Él, y sólo Él, Jesús, el Hijo de Dios, siempre vigiló sobre mi vida, y esto aunque a veces no lo sienta, pero ello es verdad: “Yo estoy con vosotros todos los días ¡hasta el fin del mundo”!... ¡Esto es una promesa y una realidad a experimentar en la vida y sobre todo en los momentos de dificultad y de agobio!... ¡Él, es Él, el Único Señor de mi historia y de la historia de todos los tiempos, esa que a veces, ingenua o insensatamente, ¡creo que yo muevo sus hilos!... ¡Todo está en las manos de Jesús, el Hijo de Dios!... Pero como estas manos son amorosas y pacientes, Él hace en mí y en todos y en el mundo, mejor de lo que yo podría hacer o imaginar...

Sí, él es el “Dios con nosotros” y a favor nuestro, porque ¿quién concibe que uno destruya o abandone la obra que hicieron sus manos con tanto mimo y Amor?... Sí, Él es Jesús, Nuestro Señor y Nuestro Dios, Nuestro Hacedor, Nuestro Hermano y Amigo, Nuestro Esposo, que no tuvo reparos en asumir nuestra naturaleza humana y hacerse “uno de tantos”...

¡A Él la gloria y la alabanza y el poder y todo el Amor!... ¡Amén!… ¡Amén!...