LO QUE SALE DE DENTRO, HACE AL HOMBRE IMPURO

Escrito el 28/08/2021
Sor Matilde OP


1 Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. 

2 Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, 

3 - es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, 

4 y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas -. 

5 Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?»

6 El les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. 

7 En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. 

8 Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.»

14 Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended. 

15 Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. 

21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, 

22 adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. 

23 Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.»(Mc. 7,1-8.14-15.21-23)

 

No es bueno para el hombre salir de sí y entretenerse en mirar y observar vidas ajenas, contemplar sus obras para después, normalmente, juzgar sus hechos y peor aún, sus intenciones... Los escribas y fariseos se acercan a Jesús para, desde su exterioridad, hacerle un juicio: “tú no eres un Maestro auténtico de Israel,porque te saltas los preceptos y mandatos que hicieron los hombres sobre la Ley”. Ellos estaban muy lejos de ver que Dios no se entretiene en prescribir estás “exterioridades”... ¡Siempre el hombre “justo y entendido” enmendando la plana a Dios y “completando con su cosecha complicada” lo que Dios mandócon gran simplicidad y verdad...

“Los judíos devotos han de lavarse las manos antes de comer”… ¡Si esto es por higiene está bien, pero hacer de ello una Ley divina irrevocable, es querer ser maestro y consejero de Dios!... Jesús apela a “lo que sale de dentro” que, en verdad, ha de ser muy limpio: el corazón muy puro ante Dios por sus intenciones buenas. Y los labios van detrás para honrar a Dios y no al revés, como hacían estos jueces de la Ley. Por esto “su culto es vacío”, no cumple el fin para el que nos dictó Dios los preceptos: “amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos”. Si los preceptos y mandatos ahogan el amor, no son buenos y por tanto no son de Dios...

“Los alimentos que entran de fuera no pueden hacer impuro al hombre”, porque el mal y el pecado en el hombre siempre sale de dentro de su corazón. Está herido y muchas veces “no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago". Tiene en sí mismo una lucha interior de la que sólo puede librarle la gracia de Cristo, que nació, murió y resucitó para librarnos de esta tendencia tan malsana que nos esclaviza... Pero el que se entrega al poder del Espíritu de Jesús, ese se ve libre de esta esclavitud y por tanto del poder del Maligno que siendo “el príncipe de este mundo” no descansa, para, si pudiera, atraer a todos los hombres fuera de la fuerza de Dios. Sabemos que, en Jesús, el Maligno está vencido porque su muerte y resurrección por amor le ha dado muerte, porque sólo el amor es el que redime. ¿No dijo San Juan, categóricamente, que “Dios es Amor”?... ¡El Amor vence a todas las cosas y, por supuesto, al Diablo y a sus obras que son carnales y no proceden del Espíritu que habita en el hombre!...

¡Busquemos la interioridad en la oración, en el diálogo ininterrumpido con Dios, porque esta es “su habitación perpetua”, “el cielo en la tierra”...

¡No estamos abandonados en nuestra exterioridad y pecado, como un náufrago en alta mar, sino que siempre Jesús, “nuestro faro”, nos da luz en cada paso del camino!... 

¡Entreguémonos a Él con gran confianza, ya iluminados!...