LOS PRIMEROS SERÁN ÚLTIMOS, Y LOS ÚLTIMOS PRIMEROS

Escrito el 18/08/2021
Sor Matilde OP


1 «En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. 

2 Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. 

3 Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, 

4 les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo." 

5 Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. 

6 Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: "¿Por qué estáis aquí todo el día parados?" 

7 Dícenle: "Es que nadie nos ha contratado." Díceles: "Id también vosotros a la viña." 

8 Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: "Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros." 

9 Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. 

10 Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. 

11 Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, 

12 diciendo: "Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor." 

13 Pero él contestó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? 

14 Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. 

15 ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?". 

16 Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.» (Mt. 20, 1-16)

 

 

He aquí “la lógica” del Reino de los Cielos, que dista infinito de nuestra lógica humana. Por estar ésta últimaimpresa en nuestro corazón, por la ley del talión: “ojo por ojo y diente por diente”, pensamos que no hay nada mejor, porque esta ley es nuestra. Es verdad que Dios nos la dio para usarla en nuestras relaciones humanas, pero también fue prometido por el mismo Dios, en los Profetas, que “al final de los días se nos daría una Ley Nueva”, que sería introducida en nuestro corazón, con carácter indeleble. Y esta Ley Nueva sería traída por el Hombre Nuevo, Jesús, el Hijo de Dios, por ello es Ley Divina, la que Dios quiere con la Encarnación de Jesús… Y no es que Dios anule la ley anterior, sino que Jesús viene a darle plenitud con una medida colmada y rebosante y esta medida es la misericordia del Padre celestial, que siempre será sin medida y escandalosa para nuestra razón, tan juiciosa y mesurada...

En esta parábola, Jesús explica a sus oyentes estas cosas tan novedosas a los oídos de los que lo escuchan,porque después de la Ley Mosaica “tan perfecta”, no había nada que la superara, aunque la misma Palabra de Dios les prometía bienes mayores... Si, “los que habían trabajado poco recibirán mucho y los que trabajaron mucho recibirán poco”... Y toda esta dinámica de Dios para que el hombre se dé cuenta de que el Reino de Dios, es decir, su Salvación, no se alcanza a fuerza de puños, sino que es un bien “gratuito” que Dios nos ofrece, porque quiere y a quién quiere. Cada uno trabajé según los talentos recibidos. Pero si tiene dos, no espere recibir dos o más de paga, porque para Dios dos y dos no son cuatro sino quizás tres o uno…Porque ante Dios la Ley no es la justicia, sino la benevolente misericordia ante el que no presenta ningún mérito, sino sólo deudas, pero confía en el Corazón de Dios que no es como el del hombre. Se “planta” ante el Señor como un indigente de todo, porque sabe que todo lo ha recibido y que en lo porvenir seguirá recibiendo para con estos dones, bendecir y alabar a Dios nuevamente...

¡Y siempre apelamos a nuestra actitud básica, que sólo sabe de humildad radical, como María o como aquel “ladrón oportunista” y veraz, que, en la cruz, en su último minuto de vida, arrancó de Jesús el Reino y su justicia: “hoy estarás conmigo en el paraíso”!... ¡Y lo creyó con todo su corazón, por eso lo recibió de Jesús!...

¡Oremos y oremos y estudiemos en el Corazón de Dios cómo es Él para ser santificados por su gracia!...¡Amén! ¡Amén!...