DOS PARÁBOLAS DEL REINO DE DIOS

Escrito el 12/06/2021
Sor Matilde OP


26 También decía: « El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; 

27 duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. 

28 La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. 

29 Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega. »

30 Decía también: « ¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? 

31 Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; 

32 pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra. »

33 Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; 

34 no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado. 

(Mc. 4, 26-34)

 

Cuanto más nos habla Jesús de la naturaleza del Reino de Dios, más lejos se aparta de nuestra comprensión.Así, les dice a los que lo oyen: “sin que él sepa cómo”... El hombre no sabe de la dinámica del Reino de Dios en nuestra tierra. Sólo se le deja percibir sus efectos: que de aparentemente nada, sale todo; de lo que no se ve, aparece algo pequeño que va haciéndose grande; de un tiempo que parece baldío, a una estación en la que todo aspira hacia el cielo, florece y da fruto... ¡Y es que todo lo que se refiere a Dios está envuelto en el Misterio, pero un misterio bello y fecundo porque en el Señor todo es “algo” de su poder creador!...

Pone Jesús la parábola del hombre que encomienda su semilla preciosa a la tierra que avaramente la entierra en sí, abrazándola y rodeando todo de silencio y espera... ¡Y, ay del labrador que no sepa sentarse pacientemente y aprenda a amar los latidos de la tierra, mientras ella no dice nada!... Esa espera no es inútil, ¡ahí está gestándose la fuerza del Reino de Dios, que, a su tiempo, dará a luz algo tan grande que no corresponde a la pequeña tarea de “estar presente”, de amar la mudez de la tierra!... ¡Dios es grande porque se ha hecho pequeño!; ¡es poderoso, porque ha asumido la debilidad de la carne!; y es inmensamente bello, porque supo y quiso ¡perder la apariencia humana y “ante quien los sensatos volvían el rostro”!... ¡Éste es nuestro Dios y Su Reino, que se identifica con Él!… 

Y otra parábola les propone Jesús, que nos confirma la primera... No es un retoño fuerte de un ciprés altísimo; no es una alta montaña dónde se siembra este germen. Al contrario, es la tierra humilde y una semillita tan pequeña, que se pierde casi en la mano: es un granito de mostaza... Y, sin embargo, este Reino de Dios sembrado en tanta humildad, por la fuerza germinativa de la gracia, se hace un árbol y en él pueden hasta anidar todos los pájaros... En este Reino, que es el Nuevo Reino, inaugurado por Jesús, que cabentodos los hombres y pueden hacer de su Iglesia su propia casa, “el nido donde colocar sus polluelos”, sus hijos y los hijos de sus hijos; los justos y también los pecadores. Es el hogar de todos, el “nido cálido” donde el Amor de Dios se derrama por todos los confines del orbe...

¡Qué parábolas más consoladoras para nosotros, que nos sabemos pequeños y débiles y además pecadores!... Es que la Palabra de Dios siempre “lleva Vida y ésta abundante”. ¡Nuestro Dios es el Dios del consuelo y de la esperanza, que no defrauda!... ¡Por ésto, merece toda nuestra alabanza y adoración!... 

¡Bendito sea Dios y Su Palabra divina llena de Amor!...