¡VEN ESPÍRITU DIVINO!

Escrito el 22/05/2021
Sor Matilde OP


19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar  donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: « La paz con vosotros. » 

20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. 

21 Jesús les dijo otra vez: « La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío. »

22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: « Recibid el Espíritu Santo. 

23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. »  (Jn. 20,19-23)

 

El apóstol Juan, en su Evangelio, nos está hablando aquí de dos realidades. La primera: “al anochecer”, “las puertas cerradas” y “el miedo” que sobrecoge a los discípulos… Y la otra realidad que se impone a la primera, por la presencia de Jesús, es: “Yo soy la Luz del mundo, el que me sigue no camina en las tinieblas”; “Yo soy la Puerta, el que entre por Mí se salvará” y ante el miedo: “Él es nuestra Paz”... Por esto,en su aparición, Jesús les infunde su Paz por dos veces: “¡Paz a vosotros, soy Yo el que murió y ha resucitado, mirad mis manos y mis pies!”... ¡Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor!... 

Jesús disipa todo lo que puede enturbiar nuestra alegría, porque, además, no viene solo, trae en su aliento el Espíritu Santo que es el Amor de Jesús, el que le hizo dar la vida para salvarnos, porque nos amó hasta el extremo... “Y sopló sobre ellos y recibieron el Espíritu Santo”. De “entenebrecidos”, se volvieron hombres luminosos que reflejaban en sus rostros la gloria de Jesús Resucitado. De “acorralados”, con las puertas de su corazón atrancadas, entraban y salían a través de la Puerta que es Cristo, y nada ni nadie podía retener su ir y venir, hablando de las maravillas de Dios. Y de “miedosos y paralizados”, atados con cadenas a este mundo tenebroso, se convirtieron en “los hombres de la Paz”, capaces de gozar en la Luz y de contagiarla a todos los que los escuchaban y estaban a su lado... Y este cambio nunca visto es obra del Espíritu de Jesús,que “trae la salvación en las alas”, para arrastrar, ya en la tierra, a nuestros cuerpos y almas al mundo de la gracia y de la Gloria de Dios, en donde nada es pesado, sino que todo asciende, con el soplo del Espíritu, a la presencia de Dios...

Y el Espíritu Santo es el que perdona nuestros pecados sin tenerlos en cuenta y nos da el espíritu de compunción y sentimiento hondo de nuestra ingratitud, con las lágrimas del arrepentimiento, que éstas son las que enjugan nuestras penas y nos hacen aceptos al Padre e íntimos de su Gloria y de sus dones... ¡Qué gran Abogado y Consolador es el Espíritu Santo!... ¡Cuántas penas y congojas no se ha llevado para Sí, no dejando en nosotros su huella amarga: ¡Él limpia lo que está sucio y “enmarañado” y clarifica con su vuelo lo que está “empañado” en nuestro espíritu!... ¿Y qué más diremos del Espíritu Santo?: ¡Que es bello y hermoso, luminoso, dador de todo bien, imán para nuestras almas de todo lo que Él puso en nosotros al crearnos con su Amor: ¡su imagen indeleble, de que somos hijos de Dios y herederos de su Gloria eterna!...

¡Seamos muy amigos y deudores del Espíritu Santo!... ¡Tengámosle siempre presente en nuestra alma para invocarle de continuo: en las cosas sencillas de nuestra vida y en los momentos importantes, ¡donde su fortaleza y discernimiento nos serán muy necesarios!... 

¡Ven Espíritu Santo, ven ya y llénanos de tu santidad y divinidad!...

¡Amén, amén, que así se haga por tu bondad!...