EL QUE CREE EN EL HIJO, TIENE VIDA ETERNA

Escrito el 14/04/2021
Sor Matilde OP


31 El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, 

32 da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. 

33 El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. 

34 Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. 

35 El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. 

36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él. » (Jn. 3, 31-36)

 

Jesús habla aquí a Nicodemo y a todos nosotros de dos realidades: las de la tierra, que podemos ver, tocar, sentir y “las de arriba, las del cielo”, que no podemos percibir con nuestros sentidos o con cualquier otro órgano de recepción que Dios nos ha dado. Tan acostumbrados estamos a movernos entre cosas de la tierra que nos cuesta mucho aceptar y saber que hay otras realidades que no podemos controlar… ¿Y cuáles son esas “realidades del cielo?”. Pues lo primero el Amor. De este podemos sentir sus efectos y hasta saber que estamos sumergidos en él, pero tocarlo, apropiárnoslo, es imposible. Vivir de él sí, ser dueños de él, ¡no, nunca!…

Otra realidad de arriba es “la gracia”. Ella es recibida en el bautismo tras un rito sacramental… ¡Pero verla y tocarla, nunca! ¡Y es muy importante en nuestra vida porque nos preserva del mal de este mundo, nos acerca a Dios, hasta recibirla como gran regalo de lo alto, el ser sus hijos, y por tanto muy agradables al Padre!… 

¡Pero también sabemos que estas cosas de arriba las podemos perder con nuestro libre albedrío, que puede decir!: “¡No serviré a Dios!, o ¡No quiero escucharle, ser dócil a su Palabra!, que no desea otra cosa sino ser salvos de este hombre de la tierra que busca satisfacer todo aquello que le agrada…

Y Jesús sigue hablando y nos dice que: “Él viene de lo alto, viene del cielo y habla de lo que ha visto y oído de junto al Padre”. Y de estas cosas da testimonio. Él es el Testigo Fiel que habla de la Verdad, de la Palabra de Dios. Si la acogemos, ésta nos está salvando ya y haciéndonos entrar en la vida eterna…

Creer en Jesús, sentirle más yo que mí mismo, pegarme a Él… Esto nos trae el que nosotros desaparezcamos ante nuestra vista y le demos paso a Él: “ya no soy yo, que es Cristo quién vive en mí. Y mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí”… El Espíritu es quien nos da la capacidad de hacer estas confesiones y de permitirnos ver y experimentar otras dimensiones: “las de allá arriba, las del cielo”… Y nos es dado “sin medida”, es decir, a raudales, para el que orando le pide al Padre que se lo envié… Lo nuestro es pedir el Amor de Dios. Porque ya, antes de pedirlo, está a nuestra puerta llamando, velando a la entrada de nuestro corazón, porque quiere habitar en él y hacernos experimentar a qué saben las cosas del cielo: el sentirnos amados por nuestro Padre-Dios como hijos, con el mismo Amor con que el Hijo ama y es amado en la Trinidad… 

¡Que nada ni nadie nos retraiga de estas verdades que Dios me ofrece, con tal de que crea que Él lo puede hacer y lo hace con sus hijos, que son pequeños y pobres, por su gracia!...  

¡Qué así sea Dios mío! …