Hola, buenos días, hoy Leti nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
ESCUCHA ACTIVA
Estaba en la sala de trabajo cuando llamaron al torno. La tornera salió a contestar y vuelve y me dice:
—Es David, el asesor.
Le contesté con cara extrañada:
—No conozco a ningún David que sea asesor.
Ella me responde:
—Pues… ¿qué hago?
Me quedé pensando y le dije:
—¿No será David, el del ascensor?
Y ella me dijo:
—Seguro que sí.
No te puedes imaginar las carcajadas en la sala de trabajo. A David, el del ascensor, sí que le esperábamos para arreglarlo.
Cuántas veces nos dan un recado y lo entendemos al revés, o escuchamos lo que no han dicho, o estamos pensando en nuestras cosas y lo acoplamos a nuestro modo de entender.
Esto mismo le pasó a Jesús con sus discípulos. Cuando dijo: “Tengo que subir a Jerusalén a sufrir la Pasión”, Pedro respondió: “¡Ni hablar!”… Me pregunto: ¿qué entendió Pedro?
O cuando a Nicodemo le dijo que tenía que nacer de nuevo.
O en el discurso del Pan de Vida, cuando Jesús declara: “Yo soy el Pan de la Vida”.
Tantas y tantas veces que no entenderían a Jesús, o que lo interpretarían a su manera. Pero algo muy bueno de los discípulos es que escuchaban a Jesús. Quizás no entendían, pero escuchaban.
La escucha es el principio de muchas cosas. Si escuchas, puedes saber qué te están pidiendo o qué tienes que hacer. Pero se trata de una escucha activa, sin pensar en lo que vas a contestar.
María, en la Anunciación, lo primero que hizo fue escuchar al Ángel. La escucha es fuente de sabiduría. Porque escuchar no es solo oír: es dejar que lo que te dicen llegue al corazón.
Y esto nos pasa en la oración: tenemos que aprender a escuchar al Señor. Porque Él siempre habla; solo que, si hay voces más altas o ruidos… nos cuesta escucharle.
Hoy, el reto del amor es escuchar a una persona durante 10 minutos y orar por ella, bendiciendo al Señor.
VIVE DE CRISTO
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¡Feliz día!