A Domingo le gustaba cuidar a cada uno de sus hijos. En las noches al raso, se levantaba para asegurarse de que sus frailes estuviesen bien arropados... Otra vez, tras un largo viaje, no quiso regresar con las manos vacías, y se las ingenió para conseguir... ¡cucharas de madera para cada una de sus monjas! ¡Cuánto amor había en detalles tan pequeños!

 

Y nadie pudo enseñar mejor a Domingo este arte de amar en lo pequeño que Jesucristo. A Cristo no le gusta imponerse, no busca impresionarnos con su grandeza y poder... sino que prefiere hacerse pequeño para que le podamos abrazar, le podamos querer. Cada día hay mil detalles de su amor, ¡solo necesitamos ojos para descubrirlos!

 

 

Oración

Señor Jesús, hoy te queremos pedir un amor grande, paciente, que todo lo espere, que sea atento, que disculpe, que acoja con bondad a todos... en definitiva, que sea una prolongación del tuyo, que te hiciste todo a todos para hacer feliz al que estaba a tu lado, como el mismo Santo Domingo hacía con sus frailes y con todo el que se acercaba a él. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.