Muchas veces nos preguntan: “¿Cómo vivís vosotras la Navidad?” Para mí, es uno de los momentos más importantes del año. Y es que, en el monasterio, se vive de una forma muy especial...
Como no podría contarlo todo por escrito, he pensado en compartir cómo empieza nuestra Navidad.
En los días previos, un ambiente especialmente alegre inunda el monasterio. Las prisas, la alegría... Todo son preparativos hasta la tarde del 24 de diciembre, cuando, al golpe de la campana que anuncia vísperas, todo se detiene y la comunidad acude a la capilla.
Y es ahí donde se entona la Calenda de Navidad, el pregón que rompe con el Adviento para anunciarnos la salvación que Jesús nos viene a traer. ¡Y con él empieza la Navidad! Cómo me impresiona lo que va narrando melódicamente: haciendo un recorrido por nuestra historia, muestra cómo el Señor fue preparando el corazón de su pueblo para “esperar un Salvador”. Y, del mismo modo, hoy quiere preparar el nuestro, para que esta Navidad seamos nosotros quienes le descubramos.
Para mí, la Calenda de Navidad es como vivir, en la actualidad, el momento en el que los ángeles se aparecieron a los pastores. Ellos les anunciaron la alegría del nacimiento del Mesías que habían estado esperando y les indicaron cómo descubrirle. Esta Navidad, el Señor también nos envía a nosotros a “sus ángeles” para que lo podamos descubrir.
Coloca esta pegatina en tu móvil o en algún lugar visible, que te recuerde que cada día el Señor te pone “ángeles” para descubrirle vivo y real en tu vida. O puede que hoy tú mismo seas “un ángel” para los demás.
¡Feliz Navidad!
Letra:
Os anunciamos, hermanos, una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo;
Escuchadla con corazón gozoso.
Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra
y, asignándoles un progreso continuo, a través de los tiempos,
quiso que las aguas produjeran un pulular de vivientes
y pájaros que volaran sobre la tierra.
Miles y miles de años, desde el momento en que
Dios quiso que apareciera en la tierra, el hombre,
hecho a su imagen y semejanza,
para que dominara las maravillas del mundo
y, al contemplar la grandeza de la creación,
alabarla en todo momento al Creador.
Miles y miles de años,
durante los cuales los pensamientos del hombre,
inclinados siempre al mal,
llenaron el mundo de pecado hasta tal punto
que Dios decidió purificarlo
con las aguas torrenciales del diluvio.
Hacía unos 2000 años que Abraham, el padre de nuestra fe,
obediente a la voz de Dios,
se dirigió a una tierra desconocida
para dar origen al pueblo elegido.
Hacía unos 1250 años que Moises
hizo pasar a pie enjuto por el Mar Rojo a los hijos de Abraham,
para que aquel pueblo, liberado de la esclavitud del Faraón,
fuera imagen de la familia de los bautizados.
Hacía unos 1000 años que David, un sencillo pastor
que guardaba los rebaños de su padre Jesé,
fue ungido por el profeta Samuel,
como el gran rey de Israel.
Hacía unos 700 años que Israel,
que había reincidido continuamente en las infidelidades de sus padres,
y por no hacer caso de los mensajeros que Dios le enviaba,
fue deportado por los caldeos a Babilonia,
fue entonces, en medio de los sufrimientos del destierro,
cuando aprendió a esperar un Salvador
que lo librara de su esclavitud
y a desear aquel Mesías que los profetas le habían anunciado
y que había de instaurar un nuevo orden de paz y de justicia,
de amor y de libertad.
Finalmente, durante la olimpiada 94,
el año 752 de la fundación de Roma,
el año 14 del reinado del emperador Augusto,
cuando en el mundo entero reinaba una paz universal,
hace 2025 años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
ocupado entonces por los romanos,
en un pesebre, porque no tenía sitio en la posada,
de María virgen esposa de José,
de la casa y familia de David,
Nació Jesús, Dios eterno, Hijo del Eterno Padre
y Hombre verdadero, llamado Mesías y Cristo,
que es el Salvador que los hombres esperaban.
Él es la palabra que ilumina a todo hombre;
por Él fueron creadas, al principio, todas las cosas;
Él, que es el camino, la verdad y la vida,
ha acampado, pues, entre nosotros.
Nosotros, que creemos en Él,
nos hemos reunido en esta noche Santa,
o mejor dicho, Dios nos ha reunido,
para celebrar con alegría
la solemnidad de Navidad,
y proclamar nuestra fe en Cristo, Salvador del mundo.
Hermanos, alegraos, hacer fiesta
y celebrar la mejor noticia
de toda la historia de la humanidad.
Como no podría contarlo todo por escrito, he pensado en compartir cómo empieza nuestra Navidad.
En los días previos, un ambiente especialmente alegre inunda el monasterio. Las prisas, la alegría... Todo son preparativos hasta la tarde del 24 de diciembre, cuando, al golpe de la campana que anuncia vísperas, todo se detiene y la comunidad acude a la capilla.
Y es ahí donde se entona la Calenda de Navidad, el pregón que rompe con el Adviento para anunciarnos la salvación que Jesús nos viene a traer. ¡Y con él empieza la Navidad! Cómo me impresiona lo que va narrando melódicamente: haciendo un recorrido por nuestra historia, muestra cómo el Señor fue preparando el corazón de su pueblo para “esperar un Salvador”. Y, del mismo modo, hoy quiere preparar el nuestro, para que esta Navidad seamos nosotros quienes le descubramos.
Para mí, la Calenda de Navidad es como vivir, en la actualidad, el momento en el que los ángeles se aparecieron a los pastores. Ellos les anunciaron la alegría del nacimiento del Mesías que habían estado esperando y les indicaron cómo descubrirle. Esta Navidad, el Señor también nos envía a nosotros a “sus ángeles” para que lo podamos descubrir.
Coloca esta pegatina en tu móvil o en algún lugar visible, que te recuerde que cada día el Señor te pone “ángeles” para descubrirle vivo y real en tu vida. O puede que hoy tú mismo seas “un ángel” para los demás.
¡Feliz Navidad!
Letra:
Os anunciamos, hermanos, una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo;
Escuchadla con corazón gozoso.
Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra
y, asignándoles un progreso continuo, a través de los tiempos,
quiso que las aguas produjeran un pulular de vivientes
y pájaros que volaran sobre la tierra.
Miles y miles de años, desde el momento en que
Dios quiso que apareciera en la tierra, el hombre,
hecho a su imagen y semejanza,
para que dominara las maravillas del mundo
y, al contemplar la grandeza de la creación,
alabarla en todo momento al Creador.
Miles y miles de años,
durante los cuales los pensamientos del hombre,
inclinados siempre al mal,
llenaron el mundo de pecado hasta tal punto
que Dios decidió purificarlo
con las aguas torrenciales del diluvio.
Hacía unos 2000 años que Abraham, el padre de nuestra fe,
obediente a la voz de Dios,
se dirigió a una tierra desconocida
para dar origen al pueblo elegido.
Hacía unos 1250 años que Moises
hizo pasar a pie enjuto por el Mar Rojo a los hijos de Abraham,
para que aquel pueblo, liberado de la esclavitud del Faraón,
fuera imagen de la familia de los bautizados.
Hacía unos 1000 años que David, un sencillo pastor
que guardaba los rebaños de su padre Jesé,
fue ungido por el profeta Samuel,
como el gran rey de Israel.
Hacía unos 700 años que Israel,
que había reincidido continuamente en las infidelidades de sus padres,
y por no hacer caso de los mensajeros que Dios le enviaba,
fue deportado por los caldeos a Babilonia,
fue entonces, en medio de los sufrimientos del destierro,
cuando aprendió a esperar un Salvador
que lo librara de su esclavitud
y a desear aquel Mesías que los profetas le habían anunciado
y que había de instaurar un nuevo orden de paz y de justicia,
de amor y de libertad.
Finalmente, durante la olimpiada 94,
el año 752 de la fundación de Roma,
el año 14 del reinado del emperador Augusto,
cuando en el mundo entero reinaba una paz universal,
hace 2025 años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
ocupado entonces por los romanos,
en un pesebre, porque no tenía sitio en la posada,
de María virgen esposa de José,
de la casa y familia de David,
Nació Jesús, Dios eterno, Hijo del Eterno Padre
y Hombre verdadero, llamado Mesías y Cristo,
que es el Salvador que los hombres esperaban.
Él es la palabra que ilumina a todo hombre;
por Él fueron creadas, al principio, todas las cosas;
Él, que es el camino, la verdad y la vida,
ha acampado, pues, entre nosotros.
Nosotros, que creemos en Él,
nos hemos reunido en esta noche Santa,
o mejor dicho, Dios nos ha reunido,
para celebrar con alegría
la solemnidad de Navidad,
y proclamar nuestra fe en Cristo, Salvador del mundo.
Hermanos, alegraos, hacer fiesta
y celebrar la mejor noticia
de toda la historia de la humanidad.
